6.4.07

El Abad

-Quitarle la vida a un ser es el acto de mayor potestad divina que un hombre puede alcanzar, es lo más cerca que podemos estar de sentirnos como Dios.
- Tenéis toda la razón, mi querido Abad. Además, si podemos sentirnos un poco como Dios, obviamente nos acercaremos aun más a realizar al pie de la letra su voluntad.
-Así es, hermanos míos, nuestra voluntad es el sendero hacia la voluntad de Dio
s.
Luego dos monjes le trajeron un cordero al Abad, y lo pusieron sobre el altar. El Abad sacó un cuchillo con el mango en forma de cruz y dijo:
-Han pasado un poco más de quinientos años desde que fue realizado el acto
más divino y puro: Dios sacrificó a su único hijo. Y hoy, hermanos míos, comenzamos a entender ese precioso acto.
Después de decir esto con los ojos desorbitados incrustó el cuchillo en el pob
re animal que comenzó a desangrarse poco a poco hasta que dejó de moverse. Todos los monjes adoraban enceguecidos al Abad, menos uno que se mostraba perturbado por ese actuar irracional.
Luego el Abad habló nuevamente:
-Pero, ¿Qué es matar a un pobre animal? El verdadero acto se logra al extinguir la vida de un ser humano. ¡Sólo Dios puede crear vida, pero nosotros si podemos crear muerte!
El Abad les susurró algo al oído a los monjes que trajeron al cordero y estos asintieron con reverencia, caminaron hacia el monje que se mostraba consternado y a la fuerza lo llevaron hasta el altar poniéndolo de espaldas encima de la sangre aun tibia del animal.
Nuevamente alzó su cuchillo ensangrentado y dijo:
-¡Dios dijo no matarás y serán buenos hombres, mas yo os digo maten y seréis como Dios!
Justo en el momento en que el cuchillo bajaba para hacer contacto con la piel, el monje logró liberarse y le arrebató el arma al Abad poniéndosela en el cuello. Los demás monjes no se movieron y el monje rebelde, sin pensarlo demasiado, comenzó a cortar al Abad quien emitía quejidos entrecortados y ahogados por su propia sangre. El monje no se detuvo hasta que quedó con la cabeza del Abad completamente cercenada en la mano y tomándola de los cabellos la alzó en señal de victoria y dijo:
-¡Contemplad hermanos míos, la muerte creada por mi mano y mirad mi aspecto divinizado, mi voluntad me ha acercado a la voluntad de Dios!
Los monjes aun impresionados comenzaron a adorar y a cantar:
-¡Viva el nuevo Abad! ¡Viva el nuevo Abad!

12.1.07

La Madre es Dios ante los ojos de un Niño

Era la quinta vez que tenía la misma pesadilla. La hora de dormir ya se había transformado en un suplicio terrorífico. ¡Claro! sobre todo si tienes sólo ocho años de edad.
En el sueño, Enrique siempre se veía reunido con sus seres queridos, todos se mostraban felices conversando sin prestarle mayor atención, hasta que de pronto uno a uno sus familiares comenzaban a voltearse hacia él y empezaban a emitir extraños sonidos similares a susurros espeluznantes, luego se le acercaban como pidiéndole ayuda con horribles gemidos. El niño trataba de correr pero sus piernas no le respondían por completo y sólo podía caminar con dificultad. Todos se transformaban en seres infrahumanos, todos menos su madre que siempre llegaba a abrazarlo al final para que todo el horror desapareciera.
La noche en que el sueño se repitió por sexta vez, Enrique se acostó en su pequeña cama sudando por el pavor y sin poder aguantar mucho tiempo se quedó dormido.
Esta vez Enrique apareció sentado en el sofá de su casa y todos sus familiares, excepto sus padres, estaban parados frente a él, ya transformados, mirándole con los ojos negros por completo. Enrique quiso gritar llamando a su madre pero la voz no le salió, bañado en lágrimas se levantó hacia la escalera para buscarla en el dormitorio. Los demás “seres queridos” sólo le siguieron con la mirada monstruosa, pero intensificaron los gemidos cada vez más.
Cuando alcanzó el rellano de la escalera, otro quejido más gutural llegó a sus oídos desde el segundo piso. Sus pequeñas piernas empezaron a tiritar. De improvisto apareció el rostro completamente desfigurado de su padre que se arrastraba hacia él con movimientos espasmódicos. Enrique cerró los ojos al filo del desmayo y continuó subiendo mientras sentía el roce de las manos de su “padre”. Por fin llegó al dormitorio y vio que su madre le esperaba con los brazos abiertos. Ahora si pudo correr y abrazarla, sin embargo los gemidos desde la escalera comenzaron a acercarse. La madre tomó a Enrique y se metió en la cama junto a él y abrazándolo con mayor fuerza bajo las frazadas le dijo:
-¡No temas, yo estoy contigo!-
Enrique cerró los ojos, se acurrucó junto a su madre y los horrores desaparecieron por completo.
Luego de unos minutos de tranquilidad la madre le susurró:
-¿Viste? Te dije que ¡YO! estoy contigo.
Enrique sintió un escalofrío en su espalda, lentamente subió la mirada y vio los ojos rojos y la sonrisa demoníaca de su “madre”.

11.1.07

The Power of Christ Compels you!!


TE GUSTARIA ESTAR JUNTO A ELLA EN COMPLETA OSCURIDAD?